martes, 24 de noviembre de 2009

Caminante

Sigo un camino que va, en línea recta, de norte a sur. Dejo atrás al norte que tanto mal hace. Se hace difícil dejar atrás el norte, sumirlo en el olvido. Lo que se compensa con lo fácil que es no perder de vista el sur. Hay quienes pierden su norte. A mi eso no me preocuparía, me preocuparía perder el sur, perder de vista mi cruz del sur, mi razón de caminar.

Cuando comencé a caminar el sol se asomaba a mi izquierda. Mi sombra era larga. Mis pies pesaban, como si sobre ellos llevaran mi peso real y el peso de mi sombra y sus suspiros. Ahora que se me hace media mañana me miro y casi ni me reconozco. Tengo certezas y huellas que al alba no tenía. Tengo la certeza que más allá del sol no hay nadie, ni nada, ni ateos y mucho menos teos, porque ni siquiera existe su Dios. Tengo la certeza que esta ropa ya me queda chica, pero debo acomodarme a la que me toca vivir. Y me da miedo decirlo, pero estoy casi seguro de que el amor sirve de poco. Ayuda de mucho, tabla de salvataje, pero no ayuda lo que creemos que ayuda. Si no, veamos el amor que nos dicen tiene ese tal Dios para con nosotros. Si con todo ese amor lo que mis ojos ven a la mañana de este lunes, del martes y los viernes no cambia, me parece que con el amor mucho no se hace.

Sin embargo, me refería a otro amor. Ese que me dejó tres marcas en el pecho. Según un sabio al 5 golpe podría matarme sin que me de cuenta. Cinco golpes que solo me permitirían dar cinco pasos hasta mi abrazo con la muerte.

Pero como hacer para estar prevenido?

Uno toma las precauciones, pero a uno lo toman por boludo. Se le ríen en la cara luego de haberle escupido la sábana.

Y todo esto me pasó antes que el mediodía llegue. Seguiré caminando, con mi sur entre ceja y ceja, para ver si el mediodía me agarra mas amigado con el día que es la vida.





Junio 2009-F.R.

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